Las islas del Mármara y Crucero por el Bósforo (Turquía)

Este es el adelanto de un capítulo de mi próximo libro sobre Estambul que en breve os podréis descargar gratuitamente desde este blog.

Viajar por Estambul es una continua interacción con el agua. Al menos así debería ser. No podemos decir que hemos estado en Estambul si no hemos vivido el Bósforo o visitado al menos una de las islas del Mármara. Ese viajar sobre el agua, de Asia a Europa o viceversa, añade magia a Estambul y es lo que la hace única. El Bósforo dibuja una frontera ficticia entre Asia y Europa. Bastaría con viajar al norte, a Ucrania, para que no hubiera tal frontera y ese paso difícil sobre las aguas  se convirtiera en una ancha llanura donde el este y el oeste se unieran a través de borrosos campos de ondulante trigo. Pero no es lo mismo.
Heybeliada desde el aire
Las islas del Mármara se conocen también como Islas de las Princesas, aunque en turco oficialmente sr denominan Adalar (del término 'Ada' que signfica 'Isla' y 'lar', que constituiría el plural, es decir, 'Islas'). Se trata de nueve islas de muy pequeño tamaño cerca de la costa sur de la parte asiática de Estambul.  El nombre deriva del uso que se les daba : el exilio de miembros díscolos de la nobleza, el Patriarcado Ortodoxo  o de la misma familia real, tanto en tiempos Bizantinos como Otomanos. Incluso en época moderna algunos notables personajes como Leon Trostky se exiliaron voluntariamente para escapar de Stalin y otros, no tan voluntariamente, ocuparon diversos presidios instalados en algunas de las  islas. Ocalan, el lider del PKK, sigue en la cárcel en la isla de Imrali, aunque esta isla ya no se considera parte del  archipiélago de Adalar.
Las islas son : Büyükada (pronúnciese biyikada) , Heybeliada, Burgazada, Kinaliada (pronúnciese Kenaleada), Sedef Adasi, Yassiada (yasseada), Tavsanadasi (tafshanadasi), Kasik Adasi (kachik adasi) y Sivriada. Si pensamos que la mayor, Büyükada, cuenta con 5 kilómetros cuadrados podemos imaginarnos que las pequeñas son meros islotes que en caso de no estar cerca de Estambul probablemente habrían estado siempre deshabitadas.
No las conozco todas aunque se que cada una tiene una personalidad diferente. Büyükada es la más grande pero también la más ruidosa.  En ella se puede ver - ignoro si se puede visitar -  la casa que ocupó Leon Trostky durante su exilio en Turquía.  Kinaliada debe su nombre al suelo rojizo que posee, ahora bien visible desde que el 2003 un pavoroso incendio acabó con toda su masa forestal. De sus rocas se extrajeron las piedras con las que se construyeron las murallas de Bizancio.  Y el resto de islas  son demasiado pequeñas para ser notables por nada en especial.  Así que sólo merecen visita Büyükada y Heybeliada. La última es de largo la más hermosa de las nueve. Heybeliada es la segunda mayor isla del archipiélago. Es bastante boscosa, constrastando con otras de sus hermanas que parecen completamente carentes de vegetación., ya sea por los incendios o por la acción devastadora de la urbanización galopante. Además de ser fácil de recorrer conserva un vestigio de lo que fue la sociedad multicultural de Estambul, hoy en día desaparecida.
Carromato y construcción típica de Heybeliada
Para llegar a Heybeliada se pueden abordar varias líneas de ferries. Algunos parten de los muelles Europeos (Kabatas,  entre  el puente de Gálata y Dolmabahçe) pero lo mejor es abordar un ferry en Besiktas que nos llevará a Bostançi y desde allí enlazar con otro transbordador que partirá de la Terminal de las Islas.  Para coger el ferry en Besiktas simplemente nos dirigimos a la taquilla y pedimos un billete ("bir bilet Bostançi"), dos billetes ("iki bilet bostanci") etc, etc. Nos dan una especie de moneda que insertaremos en los molinetes para llegar a la sala de espera. Generalmente hay un panel que va indicando los destinos de los próximos ferries.  Es probable que ya haya barcos anclados frente a la terminal y no es seguro que el ferry que está llegando en ese momento sea el que nosotros necesitamos. De hecho los aparcan todos en en paralelo al muelle, lado por lado,  y cuando abren puertas el viajero se debe fijar en rótulo superior para cerciorarse del destino. Puesto que los ferries son de borda abierta, si el primer ferry no va hacia Bostançi saltaremos al siguiente y así sucesivamente. Si dudamos podemos preguntar a cualquiera : 'Bostançi burda?' que viene a significar '¿aquí Bostançi?'. Si nos responden 'evet', significa que sí y si 'hayer', que no. Es cuestión de acertar. En el peor de los casos nunca os llevarán más lejos de Estambul y perderse también tiene encanto.
Los ferries de Estambul son vetustas naves de madera con ese encanto de lo antiguo que tan bien sienta a la ciudad. Los están cambiando por ferries rápidos construidos en Noruega y Australia, de aluminio y líneas estilizadas,  pero la imagen del Bósforo sin los renqueantes barcos de madera desde luego no sería la misma. Si no hace mucho frío recomiendo viajar en el exterior puesto que la imagen de Sultanahmet en la distancia es muy sugerente.
Al llegar al muelle de las islas nos fijaremos en los horarios de  salida hacia Heybeliada.  Si no encontramos el muelle es fácil pedir ayuda a cualquier local : 'pardon, adalar iskelesi?' y ya sea por mímica o palabra nos ayudará a encontrar nuestro destino. Generalmente los ferries se rotulan según la isla de destino, aunque hay algunos que en su derrota hacen paradas en todas las islas mayores (Büyükada, Heybeliada,  Burgazada y Kinaliada).
El viaje hasta las islas es largo así que recomiendo iniciar la excursión temprano. Hay ferries rápidos y en este caso dejo a vuestra elección tomarlos o no. La verdad es que la costa asiática frente a las islas no tiene mucho interés y la europea del Mármara, aún menos. Por otro lado las líneas de ferries que conducen a las islas van muy abarrotadas. Son turistas locales que quieren pasar el día e incluso bañarse en las playas (algo que desaconsejo totalmente por la tremenda contaminación). Es posible que tengáis que perder uno o hasta dos enlaces por las aglomeraciones que se forman. En invierno  hay muchos menos pasajeros pero en contrapartida es más difícil llegar porque muchas líneas se cancelan ante la falta de pasajeros.
Al llegar a Heybeliada os encontraréis el único punto bullicioso de la isla : los muelles. En invierno vive muy poca gente puesto que hay el serio riesgo de quedarse aislado si hay mala mar. Además los ferries llegan a cuentagotas. En verano una isla como Büyükada puede albergar hasta 10.000 personas que siguen sin ser muchas más que la población de un pueblo mediano. Pero en 3 kilómetros cuadrados, se notan.
Recomiendo que al llegar miréis inmediatamente el horario de salida del último ferry hacia Estambul. No hay servicio nocturno y en pleno invierno  probablemente no salgan después de las 5 de la tarde. (recordad que a pesar de que la diferencia horaria entre España y Turquía es sólo de una hora oscurece mucho más temprano). Así evitaréis quedaros atrapados (lo cual tampoco es una desgracia puesto que hay hoteles, pero lo comento porque algunos turistas se angustian ante estos imprevistos).
En el mismo muelle de llegada hay una serie de restaurantes la mayoría de los cuales dedican gran parte de su carta a los pescados. Como siempre he dicho, la cocina del pescado en Turquía no es demasiado buena y menos en Estambul. Para comer buen pescado debemos viajar al Egeo o al Mar Negro – y aún así con reservas - pero parece un tanto sacrílego comer carne en plena isla del Mármara.
Supongo que habéis llegado pronto. Si no es así ya podéis elegir cualquier restaurante de la zona. Es una isla turística así que en cualquier lado os darán un servicio 'turístico', es decir, económico para nuestros bolsillos, tópico en la comida y convenientemente traducido, al menos en inglés. De todas maneras las islas del Mármara todavía son muy de turismo local, así que no esperéis las facilidades lingüísticas que os dan en tierra firme.
En caso de haber llegado pronto recomiendo dar una vuelta por la isla. Para preservar la paz y la tranquilidad , así como para disminuir la contaminación, la municipalidad de Adalar, dependiente de Estambul, ha prohibido el uso de vehículos a motor en toda la isla a excepción de aquellos que den servicios de interés general (ambulancia, policia, bomberos ). Por tanto la única manera de recorrer Heybeliada es en bicicleta, caminando, o bien alquilar un coche tirado por caballos. La carretera tiene bastantes subidas y bajadas, así que si no sois grandes ciclistas es preferible alquilar un coche de caballos. Es económico y te permite hacer paradas a lo largo del camino. En realidad la única parada aconsejable es la Rum Kilisesi, la iglesia ortodoxa del siglo XI que se eleva en una colina al norte de la isla. Su nombre oficial es Kamariotissa y fue la última iglesia construida por el Imperio antes de ser conquistado por los Otomanos. En la isla también se encuentra la tumba de un embajador inglés enviado a la corte Otomana  por la reina Elizabeth I pero no llegué a verla. Creo que eligió ser enterrado en esta isla por su calma y belleza.  El resto del paseo os podéis dedicar a contemplar el paisaje, disfrutar del trotar de los caballos y de las típicas mansiones otomanas de madera que son muy hermosas.
Kamariotissa es un nombre demasiado complejo y todos en la isla se refieren a ella como Rum Kilisesi. La traducción literal de Rum Kilisesi es Iglesia de los Griegos. 'Rum' significa romano pero es que cuando llegaron los turcos a Anatolia en el siglo XI Bizancio era en realidad lo que quedaba del viejo Imperio Romano. Los basileus, los emperadores de Bizancio, se intitulaban como Emperadores Romanos y los turcos reconocían tal título. En ningún momento de su historia los Bizantinos se consideraron como griegos en el sentido nacional de la palabra. Eran ciudadanos del Imperio Romano de habla griega, tan romanos como Julio César, Augusto o Trajano.
La cuesta que lleva a la iglesia ortodoxa de la cima de la colina es demasiado empinada y el caballo no puede llevarte hasta la cima. Por eso se queda abajo y a la vuelta el cochero te recoge para llevarte de nuevo al muelle (no digo al pueblo porque la mitad de la isla está urbanizada). La colina donde se asienta la iglesia es muy boscosa y es curioso observar un fenómeno muy común en Turquía.  A lo largo de todo el camino de subida se pueden observar pequeños lacitos de colores atados a las ramas de los arbustos. Se trata de peticiones de ayuda a los santos que coronan la cima. No los han colocado peregrinos cristianos, sino  los mismos musulmanes. Esto es algo que enfurece a los musulmanes radicales. Tildan a quienes realizan tales prácticas de 'mujeres analfabetas' o 'creyentes desorientados', así que por la cantidad de lacitos colgados en la cuneta de aquel camino Estambul debe estar lleno de mujeres analfabetas y creyentes confusos.  La verdad es que para mucha gente la religiosidad es una fina capa de barniz y le es igual implorar a Jesús, Buda o Mahoma con tal de obtener consuelo a sus penas. Hay muchas manos fantasmas, invisibles, que cuelgan cosas de las ramas de los árboles en las inmediaciones de iglesias, mezquitas o templos de cualquier creencia en Turquía. Esto no significa que mediten convertirse o siquiera conozcan las creencias que fundamentan cada religión. Por un lado si algún  musulmán turco tuviera  la ocurrencia hoy día  de convertirse al cristianismo u otra fe sufriría la presión de la familia y la sociedad hasta el punto de la total exclusión, pese a tratarse de un país moderado con libertad de culto. Por otro lado, no es cuestión de religiosidad si no de desesperación.
La iglesia de la cima no tiene gran cosa que ofrecer pero desde la cima, a través de los pinos, se observa una hermosa vista que justifica la ascensión. Además es fácil encontraros con el pope, el sacerdote griego, con el que se puede  conversar en un buen inglés.
El paseo permite disfrutar del trote del caballo contemplando el paisaje y las mansiones que construyeron acaudalados judios y griegos durante el siglo XIX para pasar el verano lejos del calor abrasador de Estambul.
De vuelta al muelle podéis almorzar si no lo habéis hecho ya o tomar un té en cualquier establecimiento. Tal vez tengáis suerte y os encontréis con griegos, armenios o judíos que viven en la isla o al menos pasan el verano en ellas. Entonces escucharéis conversaciones en voz baja en griego y armenio, más improbablemente en castellano medieval mezcladas con la guturalidad del turco. Algo así ocurría en Estambul, una ciudad cosmopolita, al menos hasta principios del siglo XX. Las comunidades griegas, judías, armenias y levantinas eran numerosas y se entremezclaban sin problemas con los turcos (otra cosa es lo que ocurría en el Este). Tras la guerra turco-griega se produjo el intercambio de poblaciones. Los griegos de Anatolia fueron expulsados a Grecia mientras que los turcos de Tracia marcharon a Turquía. Algunos prefirieron quedarse pero el griego dejó prácticamente de escucharse por las calles de Estambul. Con el establecimiento del Estado de Israel muchos judíos marcharon y aunque quedan bastantes, ya no son la comunidad que fueron en el Egeo. Los armenios ya fueron masacrados durante la Primera Guerra Mundial y los levantinos  - descendientes de franceses e italianos - eran pocos para incomodar. A mediados de los 50 del siglo pasado estalló una bomba, en realidad un dispositivo pirotécnico de escasa potencia, en el consulado de Turquía en Salónica. Para más inri el consulado en la ciudad se encuentra en la casa donde vivió de niño Mustafá Kemal (Atatürk). Se rompió simplemente el cristal de una ventana pero los medios de comunicación turcos agrandaron el acontecimiento despertando los deseos de venganza entre los turcos. En Estambul estallaron revueltas que causaron destrozos en los negocios y viviendas de los griegos, además de medio centenar de muertos. Fue la última señal de alerta. Los pocos griegos que quedaban emprendieron un viaje sin retorno a  Grecia clausurando 3000 años de presencia ininterrumpida  en Anatolia.
Así Turquía se convirtió en un estado sólo para turcos, aquello que preconizaba Atatürk. Está claro que las iglesias siguen ahí para demostrar lo tolerante que es el Gobierno con las minorías pero no se les permite el proselitismo ni fundar nuevas sedes ni nada de nada. Languidecen engullidas por el urbanismo desatado de la megápoli,  recibiendo solicitudes de una parroquia que no le corresponde y ante la que no puede exhibir más fuerza que la de la fe desesperada.
El ferry os llevará de vuelta al continente y si ya oscurece de nuevo la visión de las luces de Sultanahmet es embriagadora.
Si en lugar de visitar las islas os apetece recorrer el Bósforo un crucero nos puede llevar en dirección contraria, hacia el Mar Negro (Karadeniz). No es un crucero al uso, se trata más bien de abordar nuestros conocidos ferries de madera e ir de parada en parada hasta alcanzar el final del Bósforo. Se trata de algo menos de 30 kilómetros de recorrido así que es un trayecto largo, mucho más largo que el que emprendimos para ir a las islas de las Princesas. Mi experiencia personal recomienda hacerlo en dos partes porque navegar por navegar se lo dejo a los marineros. La primera parte nos llevará de la estación marítima de Besiktas hasta la estación marítima al pie del Rumeli Hisari, el castillo que en el lado europeo protege el Bósforo. Allí pasearemos por los impresionantes jardines de la Universidad Bogazici (Universidad del Bósforo), visitaremos los alrededores del castillo y comeremos en alguno de los coquetos restaurantes de la orilla. Luego subiremos a otro destartalado ferry que nos llevará a los confines de Estambul, cerca del Rumelifeneri, donde ascenderemos hasta un castillo ruinoso desde donde  divisaremos el Karadeniz en toda su inmensidad.
He repasado diversas guías de viaje y la web del servicio de ferries de Estambul. La última vez que hice un recorrido en ellos fue en un ya lejano 2001 y no es cuestión de marearos con datos desfasados. Por lo que he visto es fácil tomar un ferry desde Besiktas hasta Bebek para hacer la primera mitad del recorrido que os propongo. Sin embargo parece ser que ya no hay ferries regulares desde Bebek hasta el Mar Negro. Lo cual no quiere decir que no existan. Lo que sí existe son pequeños cruceros que recorren el Bósforo en toda su longitud durante los fines de semana. Os llevan de punta a punta dejándoos como meros espectadores desde la borda de la embarcación, así que no creo que merezcan la pena.
La Universidad del Bósforo
Pues bien os llegáis hasta Bebek – también sirve la estación marítima de Istinye, pero está más allá del puente de Mehmet el Grande y en este caso tendréis que retroceder-.  Lo primero que visitaremos es la Universidad del Bósforo. La reconoceréis por los jardines que la rodean y su situación en lo alto de una loma, muy cerca del Rumeli Hisari. No hay un monumento u objeto concreto de nuestra visita, tan solo pasear tranquilamente y si es a través del bullicio de los estudiantes pues mucho mejor.  Digo bullicio por decir algo, porque los estudiantes turcos suelen ser muy costeses, educados y nada propensos al griterio. Comprobaréis que los jardines son deliciosos y los estudiantes no se diferencian en aspecto de los estudiantes de cualquier otro país. Aquí ya no hay velos ni burkas puesto que está prohibido cubrirse con ellos en el interior de las aulas. Creo que el gobierno islamista de Erdogan trata de cambiar esta ley pero los defensores de la laicidad del estado turco luchan desesperadamente para que no ocurra puesto que se trataría de una victoria moral para los radicales y un primer paso para el retroceso de los derechos de la mujer. El señor Erdogan, tan alabado por los medios occidentales por simple ignorancia, llevó a sus hijas a estudiar a los Estados Unidos porque allí se les permite ir como quieran a clase y ellas querían explicitamente ir cubiertas. Al señor Erdogan los turcos de clase media le han dado un bono de confianza ilimitado mientras mantenga la bonanza económica del país, algo muy habitual en Oriente Medio donde casi toda la población está dispuesta a perder un poquito más de libertad a cambio de un poquito más de té con pastas.
En 1997 visité por primera vez Turquía para acudir a una feria.  En ella conocí a un  cristiano ibanés que residía en Dubai con el que compartía mismo cliente. En un rato muerto decidimos ir a ver el estreno de 'Jerry McGuire' que se proyectaba en el cine frente a la feria. Las películas en Turquía se suelen exhibir en los cines en versión original subtitulada – no así en televisión en que se doblan – y además siempre hay un intermedio para que la gente salga a tomar algo al hall del cine, estire las piernas o vaya al aseo.  En el intermedio de la película salimos al hall y conversamos sobre Oriente Medio, la libertad, la democracia y esas cosas.  Comenté que la noche anterior había visto el apagón de una cadena de televisión ordenado por el Gobierno. Cuando una emisora de televisión, radio o periódico comenta o emite algo que no gusta al Gobierno éste tiene la potestad de cerrar unos pocos días el medio de comunicación con la consiguiente pérdida de dinero que ello comporta. Los gobiernos siempre tienen miedo de lo que se pueda decir de ellos sobretodo por televisión. Hay tantas cosas que temer. En aquella época decir 'Kurdistán' en lugar de 'Provincias del Este', hablar mal del Islam, hablar mal de Atatük, hablar mal del gobierno, enseñar una teta, no enseñarla, todo podía ser motivo para un cierre cautelar. Yo comentaba el hecho como algo inaudito. Para mi sorpresa Pierre Hadad - el libanés -  defendió la situación. “Fíjate,” - me dijo - “En Dubai el gobierno se preocupa por nosotros. No nos falta educación para nuestros hijos, ni hospitales, la alimentación es buena y somos felices. ¿Para qué queremos entonces democracia ?” Y me miró como al pobre occidental idiota que no entiende que lo primero es lo primero. Estuve a punto de dejarlo correr pero no pude por menos de mostrarle su error : “Puede que sea así, pero si un día el emir de Dubai no provee dinero, ni ropa, ni alimentación entonces no tendréis mecanismos para echarle.” Lejos de convencerle me miró con condescendencia sin molestarse a replicar : un timbrazo nos anunciaba que en breve la película se reiniciaba.
La Universidad del Bósforo es la más prestigiosa de Turquía. Se exige una nota muy alta para poder acceder a ella. El modelo académico es similar al Norteamericano sólo que la Universidad es más asequible puesto que es pública. Las mayor parte de las clases se dan en idiomas extranjeros – inglés principalmente – y parte del profesorado también es extranjero. No obstante  tanta gratuidad tiene un impacto en la calidad de la enseñanza. Por ejemplo los estudiantes que optan por carreras técnicas salen bien preparados  en la teoría pero no han hecho prácticas de laboratorio por lo que deben hacer doctorados en universidades del extranjero si quieren especializarse o bien confiar en que su primer puesto de trabajo les facilite las prácticas. Un estudiante de ingeniería en telecomunicaciones puede sin problemas pasar los cuatro años de carrera sin tocar jamás un osciloscopio, algo básico en cualquier otro país.
El sistema universitario turco es especial, por decirlo de alguna manera.  Hay universidades privadas pero son minoritarias. La mayoría son públicas, con matrículas asequibles. Cuando los jóvenes acaban el Instituto pasan por un examen tremendo para entrar en la Universidad.  Se coloca a los jóvenes en una situación muy estresante ya que si fallan el examen es muy probable no ya que no entren en la universidad que quieren, sino que ni siquiera entren en la universidad. En ninguna de ellas. Jamás a menos de que  apruebes el examen y obtengas una buena puntuación.  Y eso es un drama porque en Turquía no hay término medio. O eres universitario o no eres nada. Los graduados ganan sueldos muy considerables incluso si los comparamos con los estándares occidentales pero los técnicos, los profesionales de grado medio en general, y ya no digamos los simples trabajadores, tienen sueldos horrendos y condiciones de vida paupérrimas. En otros países no ocurre nada si no alcanzas una diplomatura o licenciatura. La sociedad está lo suficientemente bien estructurada como para que las diferencias culturales no supongan automáticamente un poder adquisitivo tan alejado. Estamos hablando de que un licenciado en Turquía puede ganar más de 3000 euros al mes mientras que un obrero no pasa de los 200. Con un sistema impositivo ridículo  como el que existe en Turquía estamos hablando de una diferencia brutal ya que en Occidente quien gana mucho paga también mucho a Hacienda y esos impuestos pagan la sanidad, las infraestructuras y todos, el pobre y el bien aposentado, disfrutan de un nivel de vida relativamente similar. Allí no hay nada de eso. No hay una sanidad comparable a las europeas, ni infraestructuras, ni estado del bienestar. Por tanto esos sueldos tan elevados son relativos porque cuando te tengan que operar deberás desembolsar lo que has ganado y más. Y si eres pobre te morirás y punto. El esfuerzo por modernizar Turquía debe de partir de solucionar  en primer lugar las diferencias sociales. Gran parte del deseo de los turcos por entrar en la Unión Europea es porque entienden que gracias a ella se construirán las autopistas que necesitan, las redes ferroviarias serán modernizadas y la sanidad alcanzará al universo total de la población. Muchas veces me echaban en cara que eso era lo que había ocurrido en España. Y es cierto que España recibió muchos fondos estructurales de la Unión Europea pero no es menos cierto que aquí había seguridad social desde hacía décadas, que el sistema impositivo era ya justo y equitativo y la democracia, que premia y castiga a quien gobierna mal o bien, funciona con le premisa de que todos trabajamos para que el país funcione, con los deberes y derechos que ello implica. No para servir a una minoría en el poder.
Cuando un licenciado turco termina  la Universidad no le faltan las ofertas de trabajo. Y de muy alto nivel. Así ocurre que no se forma una pirámide de jefes, técnicos, obreros, equilibrada y razonable, sino que toda la inteligencia queda arriba y por abajo para ganar 200 euros, oígame usted, que piensen otros.  Esto repercute en la forma de trabajo de las empresas turcas, muy parecido a lo de países tan distantes como India o Brasil. Turquía es una primera potencia industrial en la zona. Si la comparamos con Bulgaria, Rumanía, Grecia, Rusia, India y otros muchos países emergentes lo tiene todo : producto, industria, un capitalismo asentado desde hace muchos años y capacidad de comerciar en amplios mercados. Pero todo eso no sirve de nada si un alemán compra una nevera preciosa hecha y diseñada en Turquía y se rompe a los tres meses. No es culpa del ingeniero que la diseñó, sino de que toda la pirámide no puede estar implicada al mismo nivel.
Luego iremos a los alrededores del castillo. En la parte asiática existe un castillo gemelo, el Anadolu Hisari. Ambos fueros construidos en las postrimerías del Imperio Bizantino por parte de los turcos otomanos para cerrar el cerco sobre Constantinopla. Anadolu Hisari fue construido a final del siglo XIV mientras que el Rumeli Hisari lo fue medio siglo más tarde, justo antes de la toma de Constantinopla por parte del sultán Mehmet II (1453). Su misión era cortar cualquier posibilidad de ayuda a la ciudad por parte de las colonias genovesas del norte, algo que había ocurrido en un sitio previo.  En la actualidad ambos castillos han sido restaurados y en verano se celebran conciertos al aire libre donde acuden lo mejor de lo mejor de la música turca y extranjera. Nunca he estado en ninguno pero escuchar buena música con el fondo del Bósforo iluminado por las luces de la ciudad debe ser un gozo inigualable.
Ahora regresaremos sobre nuestros pasos camino del muelle. La zona costera es muy agradable y hay muchos y buenos restaurantes. Elegid uno cualquiera y seguro que acertareis.
Desde Bebek o Istinye tratáis de abordar algún ferry que se acerque al Mar Negro. No puedo ser muy concreto porque parece ser que la línea regular que tomé hace años ya no existe (o al menos no aparece en Internet). En cualquier caso, si tenéis la suerte de llegar a esa especie de Finisterre en lo alto de montaña se alzan las ruinas de un castillo. Hay que subir una cuesta empinada y es un trayecto duro. Pero merece la pena. Mirad hacia abajo y veréis cómo el estrecho Bósforo desemboca en el Mar Negro y como el agua clara da paso a un mar oscuro y aparentemente inmenso. Si además tenéis suerte podréis ver  algún barco abandonando el canal en ruta hacia Rusia o Ucrania, libre por fin. Es aún más espectacular contemplar la entrada al Bósforo de un navío guiado por el barco del práctico, preciso y cauto como  enhebrar una agua. Y, si, por fin es verdad, aquí se acaba de verdad Estambul. La infinita, la imperecedera, vencida por el mar.
Ambos trayectos propuestos, las islas de las Princesas y el crucero por el Bósforo son sin lugar a dudas los paseos más románticos que se pueden hacer en Estambul.